Centro de Justicia Juvenil de Copiapó cumple 20 años trabajando por la reinserción social de los jóvenes
En agosto el recinto celebró dos décadas desarrollando una profunda labor de atenciones psicosociales, socioeducativas y formando lazos con adolescentes que no sólo cumplen una sanción o condena, sino que también se preparan para enfrentar la vida una vez que egresen.
Este año, el Centro de Internación Provisoria, de Régimen Cerrado (CIP-CRC) y el Centro Semicerrado (CSC) de Copiapó, administrado directamente por el Servicio Nacional de Menores (Sename) Atacama, cumplió 20 años de funcionamiento, tiempo en que el equipo conformado por profesionales del área social, psicológica, terapéutica y educacional han trabajado para propiciar la reinserción laboral y social de los jóvenes que infringieron la ley, según lo estipula la Ley de Responsabilidad Penal Adolescente Nº 20.084 que rige desde noviembre del 2005.
Aunque la celebración se vio restringida por la pandemia, esto no impidió que los 15 funcionarios y funcionarias que cumplieron 20 años de servicio fueran reconocidos por la institución, a través de un presente como símbolo de agradecimiento por el cariño y dedicación que ha marcado sus labores en la reinserción de las y los jóvenes.
Uno de ellos, el actual director (s) del establecimiento, Franco González, destacó la disposición de los trabajadores/as de crecer personal y profesionalmente. “Varios empezaron como educadores de trato directo (ETD), hoy son coordinadores y monitores de talleres. Muchos han podido estudiar y especializarse, obtener un título mientras han trabajado acá, entre ellos este humilde servidor, que comenzó como coordinador de turno, encargado de redes, profesional encargado de casos, jefe técnico del CSC y CIP-CRC y, actualmente, casi cuatro años de director”, relató refiriéndose también a su desarrollo laboral.
Del Cod-Cereco al nuevo sistema
La comunidad local aún reconoce al CIP-CRC y CSC actual como Cod-Cereco (Centro de Observación y Diagnóstico y Centro de Rehabilitación Conductual) Comunidad Educativa Crisol de Atacama, como se denominaba el año 2000 cuando recibieron a los primeros seis jóvenes provenientes de Copiapó y Vallenar. No obstante, con el paso del tiempo y con la aplicación de la ley 20.084 no sólo cambió el nombre, sino que también las atenciones e intervenciones.
El funcionario Pedro Molina, psicopedagogo y encargado de bodega e inventarios, y quien ha trabajado desde el día uno en el recinto, se caracteriza por tener una gran memoria al recordar cada detalle de las personalidades de la mayoría de los adolescentes que han pasado por el CIP-CRC y CSC. Ama su trabajo y se ha destacado por ser desde presidente del comité paritario hasta encargado de amago de incendios. “Hoy el centro sigue, y de los más de 100 que entramos hoy quedamos 10, se ha renovado casi por completo y gracias a los funcionarios que entraron de emergencia para la pandemia hemos logrado pasar este momento de crisis. Estamos preparados para resolver todos los problemas que se nos han presentado porque siempre hay un sentido de responsabilidad, no con uno sino con los jóvenes que están acá”, manifestó Molina.
Asimismo, la actual gestora técnica del centro y una de las funcionarias más antiguas, Lorena Álvarez, señaló que “los que empezamos creíamos firmemente en que podíamos entregarles oportunidades que iban a aprovechar; fue emocionante ver a los primeros que tuvieron trabajo y salieron de ese mundo adverso que era lo único que conocían”, recordó.
Capacitar para la libertad
La Ley de Responsabilidad Penal Adolescente, más que sancionar pretende reinsertar –a través de programas especializados, con previa autorización judicial- en la sociedad a los jóvenes que han cometido delitos. La legislación estipula que los jóvenes deben cumplir el proceso de educación formal o de reescolarización y, además, debe desarrollar periódicamente actividades de formación y de participación. En este contexto de crisis sanitaria el CIP-CRC y CSC, mediante el Programa Socioeducativo (ASE) “Aliwen”, ha trabajado con guías de estudio que han sido aplicadas por un docente que ingresa tres veces a la semana, con todas las medidas de seguridad sanitarias establecidas. Sin embargo, el anexo Escuela “Medardo Cano” funcionó históricamente de forma presencial –en tiempos previos a la pandemia-, e incluso también después que cambió de nombre hace dos años aproximadamente, pasando a llamarse “Edwin Latorre”.
Capacitaciones y talleres como maquinaria pesada, mecánica automotriz, gasfitería, carpintería, soldadura al arco, tapicería, vitrofusión, mosaico y muralismo son algunos que han permitido entregar herramientas y potenciar habilidades que los adolescentes pueden desarrollar una vez que cumplen sus condenas y salen en libertad, apoyados por el Programa de Intermediación laboral (PIL). Estas actividades han propiciado formar alianzas con fundaciones como la Teletón, a la que los jóvenes donan insumos de rehabilitación confeccionados por ellos mismos.
La directora del Sename Atacama, Carolina Cortés, destaca la importante labor que ha desarrollado el equipo profesional y técnico del CIP-CRC y CSC a lo largo de estos años y en tiempos de pandemia: “El profesionalismo y compromiso demostrado por todas y todos los trabajadores del centro ha sido fundamental para mantener un centro libre de contagios, además de ser uno de los con mejor comportamiento de los internos, a nivel nacional, en lo que va del desarrollo de la ley 20.084”.