Jóvenes en proceso de reinserción realizan altar por el Día de Muertos
La instancia formó parte de las actividades que se realizan entre el Programa Ambulatorio Intensivo (PAI) Jiwaza y el Centro de Justicia Juvenil Arica.
En una emotiva muestra de amor y respeto hacia sus seres queridos que ya no están presentes, un grupo de jóvenes en el Centro de Internación Provisoria y de Régimen Cerrado (CIP-CRC) de Arica se unió para crear un altar de muertos conmemorativo. Este altar lleno de color y mucho significado se ha convertido en un símbolo en el norte del país y sobre todo en la cultura andina, ya que las almas de los difuntos no se van de manera inmediata, y con este homenaje le muestran el camino a seguir y recordarlos de una manera distinta.
El altar ha sido montado dentro de las instalaciones del centro, donde tanto los jóvenes como funcionarios y funcionarias pueden visitarlo y participar de esta celebración. La ofrenda incluye elementos tradicionales como flores, velas, dulces, papel picado, comidas favoritas y fotografías de los seres queridos que los jóvenes desean honrar.
Los participantes vivenciaron este hermoso y significativo encuentro que se transformó en un momento de reflexión y armonía; un espacio donde pudieron conectarse con las almas de quienes amaron en vida y que no son olvidados.
El trabajo fue acompañado en todo momento por el Programa Ambulatorio intensivo (PAI Jiwasa), colaborador del Sename, destacando el trabajo mancomunado entre ambas instituciones para la futura reinserción de los jóvenes que se encuentran cumpliendo algún tipo de sanción.
La tradición del Día de Muertos es un ejemplo más de la riqueza de la cultura aymara y de cómo las generaciones más jóvenes continúan valorando y preservando estas costumbres ancestrales. Según el pensamiento andino, las almas de los difuntos no se van de manera inmediata de este mundo a otra etapa de la vida. Las almas permanecen aquí, en el Kay Pacha, durante tres años. En ese tiempo deben ser muy bien atendidos, según las tradiciones y costumbres de las comunidades andinas.
Este altar de muertos en el Centro Arica es un hermoso testimonio de ellos, y demuestra cómo la memoria de los seres queridos puede perdurar a través de las generaciones.